Orquesta de Instrumentos Andinos: los retos de un proyecto inédito
- La Orquesta de Instrumentos Andinos – OIA- cumple treinta años este año 2020
- Esta es una serie de crónicas para conocer la trayectoria de esta agrupación musical.
Esta serie busca dar a conocer la trayectoria de la Orquesta de Instrumentos Andinos, escrita por Darío Granja, de la Fundación Teatro Nacional Sucre.
En 2020, la Orquesta de Instrumentos Andinos cumple 30 años de trayectoria. Un conjunto de músicos, compositores y artesanos que abrieron un camino poco explorado a nivel musical y artístico a base de inventiva, esfuerzo y talento.
Inicios de 1990. Una idea combustible se expande por la Escuela de Instrumentos Andinos, espacio de formación artística ubicado en el Centro Histórico de Quito. Rápidamente, el proyecto suma voluntades y anima a varios músicos. Se trata de un proyecto inédito y de grandes proporciones. Crear una orquesta integrada por los instrumentos tradicionales andinos.
En aquel entonces, el ambiente de la música folclórica de Quito era propicio para que algo así germine. Los primeros referentes de la ‘Nueva Canción’ alimentaron a futuras generación de artistas ecuatorianos que decidieron volver a sus raíces, desenterrando los sonidos y las tradiciones de su pasado. Así, cuando se enteraron de esta idea genuina, tanto los instructores de la Escuela de Instrumentos Andinos como diversos instrumentistas de folclore de toda la ciudad acudieron a una convocatoria que cambiaría sus vidas.
Carlos Cevallos, uno de los fundadores de la Orquesta de Instrumentos Andinos (OIA) recuerda ese momento en una entrevista realizada a inicios de 2020 por Jefferson Herrera, productor de la Fundación Teatro Nacional Sucre. «Antes de ingresar a la OIA pertenecía a una agrupación folclórica llamada Horizontes. Un día nos enteramos de que el Municipio de Quito convocaba a grupos de la localidad a conformar un gran proyecto musical. Llenos de emoción y expectativas acudimos al llamado, lamentablemente mis compañeros del grupo no pudieron seguir y fui el único que permaneció en este novedoso proyecto musical hasta la actualidad.»
La orquesta necesitaba músicos y ellos acudieron. En el comienzo, la OIA estuvo integrada por más de 50 instrumentistas de folclore que, como Carlos Cevallos, provenían de varias agrupaciones. Entre ellas, Los Sachas, Comarca, Sumac Chacra y Nuevo Amanecer. De la misma manera, fue necesario encontrar un director. Alguien con la suficiente experiencia para liderar este proyecto que para algunos incrédulos resultaba imposible. Entre los profesionales que presentaron su plan para dirigir y crear la orquesta se encontraban Carlos Bonilla Chávez, Enrique Sánchez y Patricio Mantilla. Este último integrante del reconocido grupo Jatari, creado en 1970. La formación académica, el conocimiento tanto de los instrumentos andinos como del funcionamiento de una orquesta sinfónica, sumado a su recorrido artístico nacional e internacional junto a Jatari, hicieron que la propuesta de Mantilla sea la elegida.
Sobre su forma de concebir la OIA, Patricio Mantilla comentaba en una entrevista realizada por el periodista cultural Diego Oquendo Sánchez, “la propuesta de conformación orquestal se basó en la coordinación de bloques sonoros correspondientes a las diversas características acústicas y de tesitura de los instrumentos musicales andinos de viento, cuerda y percusión; a los cuales se les dio una primera ubicación que luego, en razón de obtener mayor equilibrio sonoro, fuera cambiada en varias ocasiones.”
La orquesta quedaría subdividida en tres secciones: cuerdas, vientos y percusión. La primera fila integrada por instrumentos de cuerda: charangos, bandolines, tiples, guitarras, arpa y bajo. En la segunda fila, la sección de vientos: quenas, ocarinas, flautas de pan, zampoñas y toyos. Mientras que en la tercera fila estaría la percusión: congas, bombo, marimba esmeraldeña, bongos y timbales.
Además, sobre la sonoridad de la OIA, Mantilla agrega: “el criterio que primó, tanto para la ubicación de instrumentos como para la combinación tímbrica de los mismos, fue conseguir una sonoridad original que diferencie a este grupo orquestal de los tipos de bandas o conjuntos folclóricos conocidos; para ello se debía optar por una metodología experimental, puesto que por primera vez en el país se organizaba un ensamble de tal naturaleza. En ese sentido, se contaba solamente con la experiencia de varios músicos populares de la propia orquesta que llevaban entre 10 y 20 años en la actividad musical.”
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