Detrás de escena: recuperar las voces que luchan por la libertad y la independencia en la Cantata

La música retumba en el Teatro Sucre, las voces caen como un bálsamo, el ambiente es sobrecogedor y a la vez emotivo se escuchan los acordes de violines, chelos, guitarras, violines, quenas, flautas, tambores; se conjugan con la historia de Quito y sus empeños por lograr la libertad.

Este 2022 se conmemora el bicentenario de la Batalla de Pichincha, fecha heroica que marca el inicio de la República del Ecuador; un evento fundacional de nuestra identidad nacional que, en este año se constituye como el eje temático de todas las actividades culturales y artísticas producidas por la Fundación Teatro Nacional Sucre.

La Cantata ‘1822 La Batalla que no Termina’ es un espectáculo interdisciplinario de gran formato, que incorpora música, teatro, danza contemporánea, multimedia, entre otros lenguajes, bajo la dirección general de Jossy Cáceres, dramaturgia de Arístides Vargas, y creación musical de Jorge Oviedo, coproducida por la Fundación Teatro Nacional Sucre y la Coordinación Técnica Bicentenario de la Secretaría de Cultura.

Arístides Vargas, director de la cantata, puesta en escena y dramaturgo, indicó que esta obra está relacionada con la Batalla de Pichincha, “una batalla, que desde mi punto de vista es simbólica, porque es decisiva no solo para Ecuador, sino para toda América Latina, que convocó a gente del sur, desde la Patagonia y desde el norte, de los llanos venezolanos y se concentraron en Quito hubo gente de todos lados luchando por una idea que movilizaba y estaba relacionada con la independencia de todos los países”.

La idea de poner en escena esta parte de la historia surgió desde la dirección del Teatro Sucre, de Jossy Cáceres. El espectáculo es un entretejido de música, textos, movimientos e imágenes, que utiliza a la Plaza de San Francisco como espacio testigo donde sucedieron algunos de los eventos que se relatan.

La propuesta escénica surge de una investigación realizada por María Antonieta Vázquez, quien recupera los nombres invisibilizados, especialmente los roles en los que participaron mujeres, y pone en relieve aspectos históricos poco conocidos sobre los eventos independentistas.

“La historia es constituyente de una identidad, en este caso ecuatoriana y latinoamericana”, subrayó Vargas. En la escena los lenguajes se entretejen, es así que la música, la danza, la multimedia, la escenografía, la luz… crean un espectáculo multidisciplinario, para crear un momento extraordinario, durante 1:20, un momento de reencontrarnos emotivamente con nuestra memoria histórica”, añadió Vargas.

“La cantata tiene la particularidad de contar con momentos recitados por el coro y otros que son cantados. A esto nosotros le hemos agregado algunas otras cosas que están relacionadas con nuestra cultura que se forma y que inventa en la esta posibilidad nos ha llevado a mezclar en la cantata elementos de la danza, del mapping, es una cantata experimental, no una a lo ‘Bach’” dijo el dramaturgo.

Los textos fueron escritos por Arístides Vargas, quien los trató en tres momentos. El primer acto va de 1809 a 1813, el segundo de 1813 a 1820 y el último de 1820 a 1822, concluye con la Batalla de Pichincha. La particularidad es que no aparecen los héroes de siempre, sino que es la gente del pueblo, la gente común, es quien cuenta la historia.
Es decir, es la historia de quienes constituyeron desde los fundamentos la batalla, por ejemplo, las lavanderas, los decimeros de la costa, los comerciantes y también la fuerte presencia de las mujeres que no fue visibilizada en la batalla. “Yo he tratado de recuperarlas y hacerlas visibles”, señaló Arístides Vargas.

El dramaturgo cuando se le planteó escribir esta cantata se remontó a sus recuerdos, su llegada a Quito en la década de los años setenta, su vivienda, que se localizaba en las calles Manabí e Imbabura, una ciudad muy diferente a la actual.

“Y dije me voy a proponer un homenaje a la ciudad, al Quito que yo viví, que yo conocí. Llegué cuando tenía 20 años, soy de nacionalidad argentina y ecuatoriana; llevo tantos años en Ecuador y puedo decir que he vivido más tiempo aquí, ya van para 45 años, y reconozco estas dos memorias, por eso me interesó tanto el tema cuando me lo planteó Jossy, me interesó recuperar la Batalla de Pichincha como un símbolo de la batalla que todavía debemos dar los latinoamericanos, en la constitución de esa idea primera que movilizó a los diferentes pueblos que convergieron en Quito para luchar por la libertad y la independencia”.

La música que se escuchará en la Cantata pertenece a Jorge Oviedo quien trabajó junto a Arístides Vargas, para colocar musicalización a los textos, la labor empezó hace tres meses. La construcción se realizó sobre la base de preguntas, dudas y alegrías. La recreación de la danza se constituyó con el aporte de Carolina Vásconez, quien trabajó la danza sobre los textos y la fuerza de la música.

Uno de los elementos que estará en escena es una gran tela roja, que será empleada por los bailarines, la simbología que representa, es a momentos sangre, un río, el Pichincha. Para la época fue una batalla cruenta.

Los artistas, más de 180, ensayarán todos juntos en el Teatro México para complementar todo el trabajo, fusionarlo y estar listos para la presentación de la ‘Cantata: 1822, la batalla que no termina’, que se presentará el martes 24 y miércoles 25 de mayo, a las 19:00 en la Plaza de San Francisco.

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