Los Rostros de EP Emseguridad: Jessica Tapia, el rostro sereno y amable del COEM
Cuando tuvo 18 años, quiso ser bombera, pero su estatura de 1.55 m. le impidió conseguir su sueño. Aún así, Jessica Tapia jamás bajó los brazos y siguió con su empeño de profesionalizarse en gestión de riesgos.
Aquellos años de esfuerzo valieron la pena, pues antes de cumplir sus tres décadas de vida consiguió ser la administradora de operaciones de la Dirección del Centro de Operaciones de Emergencia (COEM) de la EP Emseguridad. Allí se siente realizada, aunque tenga que estar 24/7.
Eso de andar ‘once’ no es una exageración. Para muestra esta anécdota: a los cuatro días de haber ingresado a trabajar en la empresa municipal -aquella que coordina actividades interinstitucionales para prevenir y atender situaciones de emergencia de forma oportuna y eficiente- le llamaron por teléfono a eso de las 03:00 para solicitarle una excavadora oruga y atender una emergencia en Quito.
Es hija de una familia convencional y católica, por eso siempre estuvo en las faldas de su madre, hasta que ingresó a la Universidad Salesiana a estudiar Administración de Empresas. Sus dos hermanos (Carlos y Lili) le apoyaban en todo. Al poco tiempo, el amor la envolvió y se casó. Mientras continuaba con sus estudios, gracias a una beca, su matrimonio hizo aguas y tuvo que fajarse sola para salir adelante junto con su único hijo, Martín.
Antes de formar parte de la nómina del Municipio de Quito, Jessica laboró en la Secretaria Técnica del Comité Nacional de Límites Internos, INEC y Ministerio de Transporte – Sppat. En esta última institución, fue asistente aunque hacía de técnica y cuando tuvo su título universitario (el de pregrado) la promovieron a analista de siniestralidad del tránsito.
Esa experiencia le mostró el camino para, de una vez por todas, decantarse por la gestión de riesgos, más aún cuando en el 2020 ingresó al ayuntamiento quiteño para gestionar, ipso facto, las emergencias.
Aquella adrenalina que endosa su labor hizo que sea, como le dicen en la oficina, ‘intensa’. Ese adjetivo no le molesta a Jessica, más bien lo acepta con cierto aire de orgullo porque “me gusta que las cosas salgan bien y hasta no concretar la ayuda no paro…”.
Como buena planificadora, dentro de cinco años tiene previsto seguir un doctorado en gestión de riesgos, gracias a la maestría que en breve alcanzará en esa misma rama, en la Universidad Internacional del Ecuador (UIDE).
Seguir preparándose fue la mejor decisión tomada, asegura, porque está convencida que el triunfo se puede alcanzar con sacrificio y persistencia. Jamás echarse al abandono; pese a los días malos, al siguiente hay que levantarse radiante como el sol y ponerse punto en blanco.
Porque anda en tacones, ¿no puede ir a territorio? Absurdo, pues de requerirlo en una emergencia, ella iría sin problema al campo. Y lo hace con gusto, no solo porque le encanta sino además porque es su credo enseñar a su equipo con el ejemplo, ella sabe que “esa es la única forma de liderar y hay que ser coherente con las palabras y las acciones”.
Esa fuerza para crecer y, cada día, ser más sabia solo le viene de su gran pilar: su hijo. A su corta edad, el pequeño Martín (actualmente de 11 años) es su aliado y su amigo, es su todo y siempre comparte los entresijos de su trabajo y de su corazón.