Los rostros de la EP-Emseguridad: Aníbal Romero, el duro de la maquinaria pesada
Tras la pregunta de cómo se llama, el hombre de 54 años recita sus dos nombres y sus dos apellidos: ‘Ángel Aníbal Romero Cazorla, para servirle’ e inmediatamente agrega, ‘pero todo el mundo me conoce como Aníbal Romero’.
Él se siente complacido porque le bautizaron como su difunto padre. También está orgulloso de la tierra que le vio nacer: Sibambe. En esa parroquia de la provincia de Chimborazo vivió hasta los 20 años.
Durante todo ese tiempo se dedicó a la agricultura (trigo, cebada, alverja, lenteja, maíz, papas…) y al estudio. Como nada es eterno, cuando estuvo en cuarto curso, en el Colegio Fausto Vallejo Escobar, decidió migrar a Quito y abrazar un oficio que le permitiera vivir decentemente.
No perdió tiempo, una vez en la capital se matriculó en la nocturna del Colegio Electrónico Pichincha para ser un buen electricista. Pero su destino sería otro, sus primos que trabajaban en una constructora vial le consiguieron un puesto y resultó tan buen alumno que, al poco tiempo, aprendió todo lo relacionado con la maquinaria pesada.
Al oficio lo captó de una, solo viendo y haciendo. Como le gustó tanto, decidió seguir un curso en Riobamba y conseguir un diploma en esos menesteres. A los 45 días, logró sacar el titulo y, casi de inmediato, estudio para obtener la licencia de conducción tipo G.
Con sobrada experiencia y después de pasar por cuatro empresas privadas de renombre en el país, en el 2016, logró ingresar a la Unidad de Equipo Pesado de la EP Emseguridad, la Empresa Municipal que administra la infraestructura de los sistemas de seguridad humana, gestión de riesgos y convivencia ciudadana.
En la actualidad, Aníbal maneja una retroexcavadora, una máquina que hace demoliciones menores, nivela terrenos y transporta materiales; esta enorme herramienta tiene solo embrague y los cambios son automáticos.
Pero le gusta tanto su trabajo, además es la fuente de ingreso que le permite mantener a su familia que comenzó a formar hace más de tres décadas, cuando se casó. Tiene tres hijas: Adriana, actualmente de 30 años y de profesión ginecóloga; Katerine, de 18; y Danielita, de 17.
Está convencido que ‘la cara se lava con las dos manos’, de allí que aplaude que su esposa sea una experimentada costurera y él, cuando no está maniobrando la maquinaria pesada, le ayuda a hacer los ojales de las prendas que, con devoción, confecciona en el taller que tiene en Guamaní (sur de Quito).
A lo largo de su experiencia laboral, Aníbal ha trabajado en varios frentes (asfaltando vías, haciendo cunetas, abriendo caminos…), pero en la EP Emseguridad es donde se siente más a gusto porque, como indica, “estoy en contacto con la comunidad”.
Dice eso porque cuando llega con la maquinaria pesada (retroexcavadora), la vecindad se pone contenta porque sabe que, a través del Municipio de Quito, llega la ayuda para atender al sector. Y cuando la obra está lista, Aníbal se retira del lugar con la satisfacción del deber cumplido y con el corazón contento.