La estrategia de descontaminación nos permitirá recuperar nuestro ‘río de menta’
Quito, 15 de julio del 2024, (Quito Informa). – Hubo un tiempo en que parte de Quito y especialmente los sectores por los que corría el río Machángara, olían a menta; un olor fresco, que invitaba a caminar por sus orillas. En ello, se inspiró Jorge Carrera Andrade, para su poema ‘El río de la ciudad natal’, escrito en 1928.
“Machángara de menta, eres mi río.
Atraviesas mi pecho y no los prados.
Aguas de historia y lágrimas de siglos,
mortaja de crepúsculos ahogados.”
Precisamente, para recuperar ese “olor a menta”, ese espacio que nuestros abuelos disfrutaron, es que se aprobó la Estrategia de Descontaminación y Recuperación de los Ríos, cuyo objetivo es descontaminar el Machángara y otros 93 ríos más, que bañan Quito. Esto se logrará a través de la construcción de 22 Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR).
Una de ellas es la ‘PTAR Quito’, que permitirá tratar un caudal de 4.38 m3/s de las aguas residuales de la población del sur, centro y centro norte del área urbana de la ciudad, que corresponde a la cuenca del río Machángara, a través de la intercepción y conducción de las descargas; Vida para Quito, Anglo French y Batán.
Esta PTAR tendrá una inversión de alrededor de USD 292,6 millones y permitirá ampliar la cobertura del servicio de tratamiento de aguas residuales del DMQ en 49,49%, al largo plazo.
En el área urbana también se construirán las PTAR Calderón y Monjas.
¿Por qué el río Machángara es prioridad?
El Machángara atraviesa la ciudad y da origen a las quebradas: Ortega, Shanshayacu, Río Grande y Capulí o Machángara. El río toma el nombre al unirse los cuatro afluentes y recorre cerca de 22 Km, para descargar sus aguas, con las del río San Pedro, en el sector de Nayón. Así da lugar al nacimiento del río Guayllabamba, que deposita sus aguas en el río Esmeraldas, hasta llegar al océano Pacífico.
Para Quito este río es el principal en su hidrografía, recorre la ciudad por sectores poblados y populares, y recibe el 75% de las aguas residuales que genera la ciudad, lo que ha ido apagando poco a poco la vida del afluente.
De acuerdo a documentos y narraciones a inicios del siglo XX, el río Machángara era el espacio de esparcimiento familiar. A él acudían quiteñas y quiteños para ‘darse el baño’ semanal, para caminar escuchando el correr del agua y compartir entre familia. Asimismo, era el hogar de diversos animales acuáticos como la preñadilla y el pez andino.
A mediados del siglo XIX la ciudad creció por primera vez en superficie y población y demandó más recursos, entre los que estaba el agua. Se empezó a captar más aguas del Pichincha y del Atacazo y se perforaron pozos en el actual parque La Carolina, que era un inmenso acuífero.
Además, la industria llegó a la ciudad y se empezaron a construir molinos, el ferrocarril y otras empresas. Los molinos se ubicaron cerca del río Machángara, esto produjo mayor empleo, más desplazamientos, más habitantes en la ciudad, e incluso dio nacimiento a leyendas, como ‘El Fantasma del Molino del Río Machángara’.
Esta fábula cuenta que una mujer dueña del molino se hizo millonaria y guardaba su dinero en un lugar secreto. La señora murió, pero no pudo confesarse y tampoco reveló el misterio del dinero escondido. Así que en ese sitio se empezaron a escuchar extraños ruidos que salían del molino y de sus alrededores.
Esto aterrorizaba a los vecinos, pues contaban que veían un bulto negro. Dicen que el alma en pena de la señora, pudo descansar con la ayuda de un joven que la escuchó, rescató el dinero, mandó a construir una capilla en nombre de la difunta, donó dinero a los necesitados y otra parte fue para él y sus padres. Desde ese momento se dejó de ver el alma.
Actualmente, Quito, sus habitantes y autoridades, están trabajando para recuperar las quebradas, los ríos y afluentes; y, sobre todo, para que este histórico río siga siendo parte de la ciudad y de su historia.
¿Qué pasó con el Machángara? Nos cuenta la ciudadanía
José Cano, 76 años, vecino del barrio La Tola: “Había una vertiente para lavar la ropa y donde se bañaban ‘solteros y casados’, luego construyeron el Trébol y fregaron todito. Al río se lo veía limpio y podíamos cruzarlo y no pasaba nada. Las personas que iban a lavar llevaban comidita, se quedaban hasta el mediodía hasta secar la ropa y compartían.
Alberto Simbaña, 72 años: “Nosotros cuando éramos guaguas bajábamos allá para buscar tillos, botones para jugar. Había también un punto en donde salía el agua limpiecita, entonces el que menos bajábamos a lavar allá, en ese tiempo no había mucha agua en mi barrio por eso íbamos al río, allí jugábamos, yo iba con mi mamá a lavar la ropa. Ese también fue un basurero, por eso el río era sucísimo.
Ana Molina, 75 años: “El río Machángara era bien caudaloso, era bonito. La gente bajaba a lavar la ropa ahí, cerca había una curtidora, allí lavaban el cuero para hacer lo zapatos, todo eso lo contaminó. Yo no soy de aquí, soy del Carchi, pero vivó en Quito hace años. Resido en sur y para ir a mi casa pasábamos por ahí y veía que era bonito, limpiecito, se veía a los niños correr. Ahora está contaminado y nadie va a visitar el río Machángara.
Cecilia Nazate, 80 años: “Yo iba por allí a darme las vueltas con unas amiguitas, era bonito y hermoso. Mi papá me trajo a los 20 años, soy del Carchi, y vivo desde esa época en Quito”.