«La memoria y la enseñanza como mecanismos de resistencias», dice el artista español Alberto Conejero

  • Este jueves, 10 de octubre, disfrute de la obra ‘El Mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca’, en el Teatro Nacional Sucre, a las 19h30.

9 de octubre de 2024 (Quito Informa). – A propósito de los 138 años del primer teatro nacional del país, el Teatro Nacional Sucre, Quito recibe a dos de los más relevantes dramaturgos españoles de la actualidad, Alberto Conejero y Xavier Bobés,  su obra ‘El Mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca’ se presentará el jueves 10 de octubre en el Teatro Nacional Sucre. Esta obra de culto reflexiona sobre la importancia de la educación y el magisterio en la formación del ser humano.

Conejero ha sido merecedor de múltiples reconocimientos por más de dos décadas, por ejemplo, el Premio Nacional de Literatura Dramática, 2019; Premio Lorca, 2019; ganador del III Certamen de Textos Teatrales de la AAT, entre otros. Durante su estadía en la ciudad, nos comparte los aspectos de su obra e indaga en el proceso de investigación, documentación y creación; en el rol central de la memoria -o las memorias- y sus relatos, donde residen posibilidades para resistir.

Conejero revela:

Tenemos todo este contexto de la obra: la memoria que se busca recuperar del momento del franquismo en España; la historia del profesor, Antoni Benaiges, que fue fusilado durante la dictadura; la importancia del magisterio y la educación en nuestras vidas; la poética detrás de la promesa incumplida que este maestro hace a sus alumnos de conocer el mar. Entonces, cómo le llegó esa idea para convertirla en una posibilidad escénica.

Hace cuestión de una década, apareció un ensayo histórico sobre la figura de Antoni Benaiges en un libro que se llama ‘Desenterrando el silencio’, que cuenta la historia de este maestro. Desde el principio me convocó, me fascinó, porque en su historia participan varios de los temas o asuntos que me han fraguado como dramaturgo.

Por un lado, la importancia del magisterio y la figura de los maestros y maestras. Yo estoy aquí gracias a ellos, a la educación pública que confiaron en el futuro de un niño disléxico con una relación complicada con el lenguaje, y que me abrieron el imaginario y me convirtieron en el autor que hoy soy. Es un momento de luces y sombras de mi país, España, sucede en 1936, en un momento donde la Segunda República había iniciado una renovación pedagógica muy radical que trataba de acercar la educación a aquellos espacios y aquellos niños y niñas privados hasta el momento de ella; una educación laica que proponía la igualdad entre hombres y mujeres, y que pretendía la construcción de un país más justo y noble.

La historia de Benaiges, pese a su trágico final, nos habla de esta posibilidad del futuro, de la potencia del magisterio y, ante todo, la potencia de la imaginación. Porque lo que este maestro hizo a esos niños y niñas de tierra adentro que nunca habían visto el mar, fue invitarlos a imaginarlo. Entonces, creo que esta historia habla de la importancia del magisterio, también sobre este periodo de luces y sombra en nuestra historia, y de la fuerza de la imaginación como motor de nuestras vidas.

¿Cómo fue el proceso de investigación para llevar esta historia a escena?
Fueron dos años de investigación en los que leímos todo lo publicado sobre el maestro. Luego rastreamos los propios escritos que él había dejado en revistas y cuadernos de pedagogía de la época. También, por supuesto, todos los cuadernos que se publicaron en esa pequeña escuela, porque Benaiges fue un maestro freinetiano, utilizaba la imprenta como herramienta fundamental de su magisterio, y lo que hacían esos niños y niñas era escribir, componer y publicar sus propios textos.

Tenemos la fortuna de que se salvaron esos cuadernillos que los niños y niñas escribieron junto a su maestro, y que forman parte de la dramaturgia de la obra. A la vez hicimos un trabajo muy fuerte de acopio de objetos durante estos dos años, porque los objetos son fundamentales en esta historia. Fuimos tras los rastros de monedas a mercados de antigüedades, visitamos coleccionistas privados; todos los objetos que aparecen son de la época.

Cuando aparece una primera edición de ‘Platero y yo’, de Juan Ramón Jiménez, queríamos que no fuera falsa, que fuera una primera edición real. Creemos en el aula y en la potencia de los objetos. Queríamos una dramaturgia que uniera el teatro de objetos y el teatro poético. Esta es una cocreación de Xavier Bobés, que es un especialista en teatro de objetos, y yo que provengo más del teatro poético. Digamos sobre este trabajo que fueron dos años hasta encontrar la forma teatral, y el material que nos pedía.

¿Esta obra aborda la memoria y la posibilidad de la memoria como un mecanismo de resistencia ante el poder?
Creo que, frente al gran relato de la historia y el que el poder instaura en los nombres de las calles, en las avenidas, en las estatuas, hay una memoria de los silenciados y silenciadas, de los derrotados y derrotadas, de los marginados. Una memoria que tiene que ver con nuestra fragilidad, con nuestra vulnerabilidad, con aquellas personas que han sido proscritas y silenciadas, porque sus decisiones vitales se alejaban de la norma y de las grandes promesas.

La memoria es una lectura ética y responsable de nuestro pasado, donde nos convertimos todos en sujetos vulnerables, porque abre nuestra propia identidad a un pasado que no está clausurado. Comprendemos cuántos de nuestros privilegios nacen de horrores pasados, o nuestro vínculo conflictivo con sucesos que pertenecen al pasado.

Considero que todos estamos configurados de memorias; somos una suma de relatos. Tristemente hemos visto lo que es un cuerpo sin memoria, cuando por desgracia, por la edad, por el Alzheimer, un cuerpo queda deshabitado de la memoria.

La memoria propone un relato por un lado frágil y vulnerable, pero a la vez poderoso porque nos recuerda nuestra condición, nuestra fragilidad, nuestras luces y sombras, y genera un relato radicalmente humano donde la piedad, la bondad y la derrota, incluso el fracaso, tienen su lugar. Frente al relato de vítores, de grandes victorias, de gestas, aparece una memoria de lo cotidiano, lo íntimo, lo más cercano, lo familiar, una memoria que nos hace corresponsables de nuestro pasado.

¿Qué vamos a ver este jueves en el Teatro Nacional Sucre, y qué esperaría que los asistentes se lleven de esta función?
Vamos a ver una función de gran belleza plástica, donde el objeto y la proyección audiovisual en directo conviven de un modo casi artesanal, de orfebre. Es una obra muy delicada que conjuga lenguajes que son bastante inéditos, que no son tan habituales en nuestros escenarios. La convivencia del teatro de objetos con el visual y con la palabra.

Quienes asistan verán una historia emocionante, porque todos hemos tenido un maestro o una maestra que nos ha enseñado. Luego, creo que los asuntos de los que habla la obra son universales, van a tocar la propia memoria de los ecuatorianos y, ante todo, una obra que hemos tratado como una experiencia poética, un teatro que propone una experiencia estética.

Yo creo que es excepcional, una obra que lleva casi 140 representaciones en distintos lugares del mundo. Tenemos la fortuna de que Ecuador sea el tercer país fuera de España donde se ha visto, después de Portugal y Chile. Estamos deseosos de ver el diálogo con los espectadores de aquí.

El valor de las entradas es de USD 10 (con 50 % de descuento para estudiantes, tercera edad y portadores del RUAC).

Más información:
www.teatrosucre.com

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