Restos arqueológicos aportarán para que Quito sea un geoparque
Una Comisión Técnica de expertos visitó el Museo de Sitio de la Florida, el Parque Arqueológico Rumipamba, las elevaciones menores del Itchimbía, el Panecillo y la loma de San Juan, parte importante del desarrollo astronómico y el ideario mágico religioso, de los primeros habitantes de esta parte de Sudamérica. Sin duda una prueba tangible de la riqueza geológica del Distrito Metropolitano. Elementos que aportarán para que Quito se convierta en un geoparque mundial.
Un geoparque es un territorio debidamente delimitado, que posee un patrimonio geológico notable, donde confluyen lagos y volcanes, páramos, valles, cascadas; es decir, con el resto del patrimonio natural y se fortalece con todo el paisaje cultural y artesanal de sus pueblos.
“Nada refleja mejor, la gran influencia de la vulcanología en todos los ámbitos de nuestro país, que la marca indeleble de esta actividad geológica en todas las culturas que se asentaron en la geografía de lo que hoy es el Distrito Metropolitano de Quito», dijo Gabriela Zuquilanda, directora de Relaciones Internacionales del Municipio del Distrito Metropolitano de Quito y coordinadora de la comisión técnica que instrumenta el reconocimiento del Distrito como geoparque, por parte de la UNESCO.
Datos de los museos arqueológicos
En el Museo de Sitio de la Florida, en las faldas del volcán Pichincha al noroccidente de la ciudad fueron descubiertos, hace más de 40 años, los vestigios de un recinto funerario que data de los 220 d. de C. a los 600 d. de C.
Según los expertos la presencia de tumbas de individuos de élite, en las faldas del volcán, muestran la reverencia de las culturas ancestrales por estos colosos que generaban vida y cosechas a su alrededor; pero que en muchas ocasiones les prodigaron destrucción y desolación.
La estrecha relación entre los volcanes y la gente está presente desde los primeros humanos que habitaron esta parte del continente hace 11 mil años. Las diferentes eras de abundancia y las de erupción se intercalaron durante los milenios una y otra vez, como se puede deducir del legado en cerámica y otras obras del habitante de ese tiempo.
Los vestigios de la Florida dan cuenta de culturas que ya tenían comercio entre las diferentes regiones de lo que hoy es Ecuador. Los trabajos en orfebrería y otras artesanías muestran un definido sistema de trabajo, así como de la organización social y creencias, de los antiguos habitantes de la planicie quiteña que en ese tiempo tenían dos grandes lagunas, al sur y el norte, como nos indica Andrés Mosquera, arqueólogo del lugar.
Mientras que solo un poco más al sur de la Florida está Rumipamba, un enclave arqueológico de 40 hectáreas, en medio casco urbano, de la zona moderna de la ciudad. El notable descubrimiento, fue fortuito, en medio del crecimiento vertiginoso que caracterizó al Quito de segunda mitad del siglo XX. La arqueología se desarrolla, literalmente, en medio de rascacielos y autopistas.
Con una data al 2200 a. de C., los vestigios aquí desenterrados hablan de las actividades de la cultura que se desarrollaba entre el volcán y la laguna, sus artesanías, armas e instrumentos de labranza. Como siempre viviendo entre los dones naturales surgidos de la tierra volcánica y la furia del coloso que también los arrasó, según se puede desprender de las diferentes muestras geológicas descubiertas en las excavaciones que aún continúan al día de hoy.